INTRODUCCIÓN:
En
los últimos años el consumo de energía eléctrica se ha elevado a un ritmo
superior al crecimiento económico, ya que suple las necesidades del aparato
productivo, porque está relacionado con mayores niveles de vida y propósitos no
materializados, mezcla esta que lleva a reflexionar, sobre todo si se tiene en
cuenta que en energía se gasta una importante cantidad.
Debido
a este ritmo de crecimiento se deben tomar una serie de acciones que
impidan aumente el índice físico del consumo energético, y para esto resulta
imprescindible identificar y explotar todas las reservas de eficiencia,
extendiéndose el proceso al acomodo de carga, lo que es sinónimo de
eliminar todas las producciones y servicios que no están
haciendo trabajo útil en el horario de máxima demanda. Sin
embargo, es fácil percibir que algo se está malgastando cuando se observa una
llave que derrama agua, combustible, petróleo, etc., pero cuesta
percibir que está sucediendo igual cuando se deja encendida una lámpara, se
tiene la radio, el televisor y el calentador de agua funcionando mientras
se está planchando o leyendo el periódico.
Esta
realidad pone de manifiesto que la electricidad no es sólo ese enchufe donde se
conectan los equipos, es el final de la inmensa cadena que se origina en las
grandes centrales de generación y para que llegue hasta un hogar debe: ser
generada en grandes y costosas plantas, en el mismo instante en que se
requiera; transportada hasta los centros poblados, recorriendo muchos
kilómetros y utilizando inmensas torres, transformadores y cantidades
de cables; distribuida en menores bloques de energía, hasta su hogar,
utilizando cientos de transformadores, postes y kilómetros de cable; entregada,
medida y facturada, para lo cual se requiere de equipos
de medición, herramientas, personal para emitir y entregar facturas,
así como para atender reclamos y solicitudes. Todo
este sistema eléctrico debe mantenerse al día, lo cual requiere
personal especializado y alta tecnología en materiales y
equipos.
Es
de imaginarse cómo se podría vivir sin la vital electricidad, qué sería de
todos los adelantos y la tecnología, si un día dejara de existir. Nada, en su
gran mayoría, tendría el valor que por ello se paga, sin la
electricidad para hacerlo funcionar. Entonces, ¿quién tiene más valor, aquél televisor
supermoderno de 90 pulgadas, el computador de 1000 MHz, el útil
equipo desintegrador de cálculos renales o la electricidad que lo hace
funcionar? Todo esto para reflexionar y pensar en la necesidad de no malgastar
este recurso, ni los que la hacen posible. En vista de esto se están
emprendiendo planes, programas económicos y energéticos, con la
finalidad de aumentar las reservas existentes y paliar el uso desproporcionado
que se tiene de la energía eléctrica, como es el caso del presente trabajo que
enmarca dentro de sus lineamientos un programa de ahorro de energía eléctrica
por iluminación, en una institución educativa, ya que la iluminación es la
responsable por más o menos del 20 % del consumo de energía, abarcando en este
número la industria, el comercio y las residencias.
Además,
son muchas las posibilidades de reducción del consumo de energía que se gasta
en iluminación, desde el simple cambio de una lámpara hasta la
implementación de nuevos sistemas con equipamiento electrónico
inteligente. Pensando en ello se ha desarrollado una tecnología de bajo consumo
de energía, lámparas, balastos, controles electrónicos y sistemas de
iluminación que ahorran energía, tienen una mayor duración y ayudan, de esta
forma, a evitar riesgos de suministro.
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